domingo, 2 de enero de 2011

Crónicas Guardadas


El caso de las bailarinas zurdas
Svetlana Ballester impartiendo clases
 ¿Se ha preguntado cuáles son los desvelos y tormentos de una bailarina zurda en una compañía de ballet?
El público que no asiste de forma habitual a las temporadas de los grandes clásicos, no distingue la diferencia entre una bailarina derecha y una bailarina zurda en el escenario. 
                                                                                                
                                                                                                                                                          
Pero los balletómanos reconocen rápidamente a una bailarina zurda en el escenario, porque al ver tantas funciones  iguales en cuanto a diseño coreográfico, el simple cambio de la dirección de una diagonal importante, por supuesto que llama la atención.
En al vida cotidiana realizamos los movimientos de rutina con la mano que tenemos más destreza y es mayor el porcentaje de personas que utilizan su mano derecha, que las que se valen de su mano izquierda. La diferencia es abismal, incluso los significados de estas dos direcciones son totalmente opuestos.
El adjetivo diestro, según el diccionario significa, derecho, mano diestra, hábil, sagaz. Por el contrario, el adjetivo siniestro significa izquierdo, lado siniestro, perverso, infeliz, funesto, incluso se utiliza para sustituir palabras como incendio y hasta catástrofe.
La gran mayoría de las bailarinas giran con más precisión para su lado derecho, porque es el lado que les ofrece mayor seguridad. En el argot del ballet se le llama el lado bueno, de ahí que las bailarinas en esa dirección puedan realizar mejor cualquier movimiento: un giro, un salto, la elevación de una pierna. Para el lado malo, es decir el contrario, el movimiento no sale tan virtuoso.
Por supuesto, hay bailarinas que pueden hacer cualquier movimiento para los lados y eso depende de la formación que hayan tenido en su aprendizaje de la técnica de ballet.
Pero las bailarinas zurdas, definitivamente, sufren lo indecible a la hora de bailar una coreografía, para la cual nunca las tuvieron en cuenta. En Cuba han existido algunos casos interesantes de bailarinas zurdas.


Josefina Méndez. La muerte del cisne.
Josefina Méndez, una de las cuatro joyas del ballet, en los inicios de su carrera giraba para la izquierda pero terminó haciendo las cosas para la derecha. La primera bailarina cubana que impuso las reglas del juego fue Svetlana Ballester, excelente intérprete quien en 1987 obtuvo Medalla de Bronce en el Concurso Internacional de Ballet de Nueva York. Para defender su posición, en el Ballet Nacional de Cuba, ante una legión de bailarinas diestras, Svetlana Ballester realizó algunos cambios a las versiones de los grandes clásicos, haciendo las evoluciones más difíciles para la izquierda. Cambió la dirección de la diagonal de la escena de los toreros en el primer acto del ballet Don Quijote, y también hizo diferente los fouettés del ballet Majísimo de Jorge García, entre otras muchas variaciones.
La otra bailarina zurda que ha impuso su sello en el Ballet Nacional de Cuba fue Galina Álvarez. Esta señora fue primera bailarina de la compañía y logró una madurez artística plena, demostrando ser un intérprete inteligente, audaz y de mucha entrega. Sobre este particular de las bailarinas zurdas Galina reflexionaba:
                                                                                                       
                                                                                                                           Galina Álvarez  en Giselle
"Insisto en seguir haciendo las cosas para la zurda, porque nací así y tengo esa facilidad, además pienso que no tengo por qué cambiarla. El ballet es un arte muy difícil y uno tiene que salir al escenario segura. Mientras pueda cambiar algunas cosas, lo haré. Lo otro lo seguiré haciendo lo mejor posible para la derecha, como lo he hecho hasta ahora. Por supuesto, sólo cambio las cosas para izquierda cuando no implica a nadie en el escenario, cuando estoy sola haciendo una variación. Si tengo que hacer una diagonal con el cuerpo de baile, no la cambio.

                                                           
                                                                            
Lo cierto es que hay que estar en la piel de una bailarina zurda para saber lo difícil que se torna ejecutar pasos y diseños coreográficos, pensados exclusivamente para ejecutantes derechas.
Cuando comencé a realizar mis roles como solista en el Ballet Nacional de Cuba, sí pasaba mucho trabajo. En la Swanilda del ballet Coppelia, por ejemplo, la primera variación, el vals, es uno de los momentos más difíciles del ballet completo, porque sales de la casita a hacer una diagonal complicada, que incluso a las bailarinas diestras les cuesta trabajo, imagínate a mí que soy zurda. Además, hay todo un trabajo de pantomima hacia la casa donde está la muñeca. Son cosas que no puedes cambiar. Pero yo logré hacerlos a base de esfuerzos, y sé que tengo que colocarme mejor, tengo que estudiarlo más que otras muchachas, que tienen a su favor ser derechas. Pero eso me ha servido mucho, porque he logrado dominar los dos lados.
         Junio de 1998



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