sábado, 29 de enero de 2011

Del Libro Temas sobre la danza, Mercedes Borges Bartutis.


El Ballet Nacional de Cuba y el folclore africano
En el repertorio del Ballet Nacional de Cuba, el folclore africano ha tenido sus influencias, incluso desde las primeras presentaciones del Ballet Alicia Alonso, en los años 50. En aquella etapa aparecieron Lydia, de la propia Alicia, en 1951, y también en ese año se estrena Fiesta negra, de Enrique Martínez. Luego llegan Toque, de Ramiro Guerra, en 1952, y Songoro cosongo, de Cuca Martínez, en 1953.
Después de la reorganización del Ballet Nacional de Cuba, en 1959, aparecen nuevas coreografías que incursionan en el tema del folclore africano. Así aparece El güije, de Alberto Alonso, sobre textos de Nicolás Guillén, en 1967, Oshosi y el venado blanco, de Díaz Reyes, también en este año, Mestiza, de Lorenzo Monreal, en 1966, y La rumba, de Alberto Alonso, en el 68.
Personalmente pienso que la obra más representativa, de las coreografías del Ballet Nacional de Cuba, que tocan la temática africana, es El río y el bosque, de Alberto Méndez, la cual tuvo su estreno el 12 de mayo de 1973, en el Teatro Sauto de Matanzas. El río y el bosque está basada en la leyenda de Ochún y Oggún. La música es un diseño de sonorización de Félix Guerrero, sobre temas folclóricos y la voz de la soprano María Remolá. Esta obra obtuvo premio a la mejor coreografía moderna, en el VII Concurso Internacional de Ballet, de Varna, en el año 1974. En aquel entonces corrió por cuenta de María Elena Llorente y el propio Lázaro Carreño. El río y el bosque logra trasmitir la relación entre Ochún y Oggún, con el vocabulario del ballet clásico, sin abandonar los límites de la tradición y la veracidad de sus orígenes.
En el Ballet Nacional de Cuba surgieron otras coreografías, que de alguna manera incluían la temática africana, como fueron Criollos y Cecilia Valdés de Gustavo Herrera, Cimarrón y Rítmicas, de Iván Tenorio, Manita en el suelo, de Alberto Alonso, De las olas, de Gustavo Herrera y Alberto Méndez, entre otras.
En 1979, Alberto Méndez retoma el tema y crea la coreografía Estirpes Cubanas, con música de Jesús Ortega, sobre temas de Milán y cantos yorubas. En un momento protagónico de la coreografía aparecían Caridad Martínez y Andrés Williams, dos excelentes bailarines negros, que le daban la posibilidad a Alberto Méndez de explotar al máximo la plasticidad de sus cuerpos. Sin embargo, no siempre se pensó en que el bailarín negro pudiera enfrentar el ballet clásico de la misma forma que los bailarines blancos.
Ensayo del Río y el Bosque, de Alberto Méndez. En el salón: Lázaro Carreño, José Manuel Carreño y Ana Lobé.

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